Desde su nacimiento, Morena se ha presentado como un movimiento transformador, destinado a regenerar la vida política de México. Esta fuerza política surgió de las filas de la izquierda crítica que, desencantada del priismo hegemónico, supo capitalizar el descontento social y construir un liderazgo sólido entre aquellos resentidos con el sistema. En efecto, el triunfo electoral de 2018 no solo marcó un cambio de gobierno, sino el inicio de una era de hegemonía política sin precedentes en la historia reciente del país.
El control absoluto del poder político
Hoy, Morena ejerce un control amplio y significativo sobre la estructura política nacional. Con la mayoría de las entidades federativas y un dominio casi absoluto en las cámaras legislativas, tanto nacionales como locales, el partido cuenta con un margen de maniobra que le permite legislar sin mayores contrapesos. Incluso, posee la capacidad de reformar la Constitución, lo cual plantea interrogantes sobre la concentración del poder en una sola fuerza política.
Cabe destacar que esta hegemonía no es fortuita. Morena ha utilizado una estrategia narrativa polarizadora que ha logrado imponer una percepción negativa de los partidos y líderes de oposición, reduciendo su influencia política de manera considerable. En este contexto, la oposición se enfrenta a un descrédito sistemático que limita sus posibilidades de actuar como contrapeso efectivo en el juego democrático.
La narrativa polarizadora: herramienta de control político
La polarización política promovida por Morena ha sido un instrumento eficaz para consolidar su poder. Al dividir a la sociedad en términos de “buenos” y “malos”, el partido ha logrado mantener un alto nivel de aprobación popular y, al mismo tiempo, ha debilitado la credibilidad de sus adversarios políticos. Esta estrategia ha permitido a Morena tomar decisiones sin mayores cuestionamientos sociales, lo cual refuerza su capacidad de maniobra en la esfera pública.
Sin embargo, el costo de esta narrativa polarizadora no debe subestimarse. La descalificación constante de la oposición y la construcción de un enemigo común han generado un ambiente de confrontación social que, a largo plazo, podría debilitar la cohesión democrática del país. La política basada en la división, si bien efectiva a corto plazo, tiende a erosionar las bases del diálogo y el consenso necesarios en toda democracia saludable.
Reformas presidenciales y centralismo político
En cuanto a la agenda legislativa, la prioridad indiscutible de Morena han sido las reformas presidenciales. Los congresos locales, en su mayoría controlados por el partido, han relegado el análisis legislativo de los contextos regionales para enfocarse en aprobar iniciativas dictadas desde el centro del poder. Como resultado, se ha producido un estancamiento de la federalización en México, ya que las decisiones políticas y legales están cada vez más centralizadas en la administración federal.
Este centralismo exacerbado amenaza con desgastar a los gobiernos estatales, debilitando su capacidad de respuesta ante problemas locales y afectando la calidad legislativa en las entidades federativas. Además, esta tendencia centralizadora socava el principio de autonomía estatal consagrado en la Constitución, generando un retroceso en el proceso de descentralización administrativa que México había impulsado en las últimas décadas.
Impacto en la calidad democrática y el equilibrio de poder
El ejercicio de la hegemonía política y legal de Morena plantea serios desafíos para la calidad democrática de México. La falta de contrapesos efectivos, derivada del control mayoritario en los congresos y la narrativa polarizadora que deslegitima a la oposición, genera un desequilibrio en la separación de poderes. En una democracia sana, los contrapesos son fundamentales para evitar excesos de poder y garantizar un gobierno transparente y responsable.
A esto se suma la capacidad de Morena para modificar la Constitución, lo que le otorga un poder casi ilimitado en la definición del marco legal del país. Este dominio constitucional, si no se ejerce con responsabilidad y moderación, puede llevar a cambios estructurales que consoliden aún más su hegemonía, debilitando los principios democráticos de alternancia y pluralidad política.
En conclusión, la nueva hegemonía política y legal de Morena representa un cambio profundo en el equilibrio de poder en México. Si bien es innegable que el partido ha logrado canalizar el descontento social y transformar el panorama político del país, también es cierto que la concentración del poder plantea riesgos significativos para la calidad democrática y la autonomía de los estados.
El futuro de la democracia mexicana dependerá, en gran medida, de la capacidad de Morena para ejercer su hegemonía con responsabilidad y apertura al diálogo, así como de la habilidad de la oposición para reorganizarse y actuar como un contrapeso efectivo. En definitiva, el reto radica en evitar que la consolidación del poder se traduzca en un autoritarismo disfrazado de legitimidad democrática.
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